La CNT afrontó la última etapa del franquismo dividida en exilio y prácticamente desaparecida en el interior[1], empujada por la represión de la dictadura. Los veteranos anarcosindicalistas, que habían mantenido una reducida actividad sobreponiéndose a detenciones y encarcelamientos, optaron por cerrar los sindicatos de oficio y su relevo fue asumido por dos núcleos de jóvenes activistas, que ensayaron nuevas formas organizativas con más posibilidades de desarrollo en un contexto de persecución de todo tipo de oposición. En primer lugar, los Grupos Autónomos libertarios[2], ocho pequeños colectivos de afinidad con cierta implantación sólo en el sector de la construcción. En segundo lugar, el Grupo Solidaridad formado por una treintena de cuadros del sindicato de origen cristiano Federación Sindical de Trabajadores (FST), organizados en tres colectivos de barrio y uno de obreros del vidrio. A través del contacto con la escuela creada por el cenetista Félix Carrasquer en el exilio francés, nació la Federación de Grupos Solidaridad que incluía también a colectivos similares en Cataluña, País Valenciano y Andalucía[3].
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