La Liga Comunista Revolucionaria en el inicio de la transición

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La LCR se creó a partir de Comunismo, un grupo de militantes universitarios procedentes del Frente de Liberación Popular (FLP) en Madrid y del Frente Obrero y Campesino (FOC) de Barcelona. Estos jóvenes habían participado en el sindicalismo democrático estudiantil, donde se habían enfrentado al principal partido del antifranquismo, el PCE, al que achacaban un funcionamiento burocrático y una línea política reformista.  En 1971, el grupo Comunismo se convertía en la LCR con el objetivo de crear un partido como sección española de la IV internacional, trotskista. Sus miembros se reivindicaban leninistas, pero preferían definirse a sí mismos como marxistas revolucionarios para diferenciarse de los partidos comunistas que defendían la herencia de Stalin.

Entre 1971 y 1973, la nueva organización elaboró su línea política y sufrió su primera escisión,  provocada por “los mitos y hábitos sectarios y doctrinarios, inevitables en una prolongada existencia a contracorriente de grupos muy reducidos”, que convertían rápidamente un desacuerdo concreto en  una ruptura de principios. El debate sobre la posición ante el nuevo movimiento obrero organizado principalmente en CCOO, dio lugar a las tendencias “Encrucijada”, dinamizada por el comité provincial de Barcelona y “En Marcha” dirigida por el Buró Político, que discutían “si la conciencia política avanzaba sólo a partir de su movilización unitaria o lo hacía fundamentalmente por medio de experiencias de acción radicales”. De estas dos posiciones derivaban sendas orientaciones políticas: “propaganda por el ‘frente único de organizaciones obreras’ o una política de iniciativas del partido para promover acciones tan masivas como fuera posible, para desbordar el control del reformismo”. El debate se transformó en una diferencia de principios fundamentales sobre “la unidad de la clase obrera”y provocó una escisión que dividió al pequeño partido por la mitad. La tendencia “Encrucijada” formó un nuevo partido, la Liga Comunista (LC), que optó por abandonar CCOO y realizar su labor sindical en el sindicato socialista UGT.

En esta fase de formación,  la LCR se fusionó con ETA VI asamblea, una corriente minoritaria que defendía la primacía de la lucha de clases por encima del independentismo. Esta incorporación supuso una aportación decisiva para el desarrollo de la LCR, al igual que la pertenencia a la IV internacional.

«Para unos recién llegados, la IV era una escuela de formación acelerada de la que nos venía una avalancha de lecturas, programas, resoluciones, solidaridad activa, noticias de las luchas en el mundo. Era más una cultura, una forma de hacer política que una teoría, una ideología o un programa. El programa existía y era: internacionalismo, revolución socialista, autoorganización como base de la democracia socialista, la democracia en el partido, la independencia de clase respecto a los programas y las organizaciones burguesas. Una pequeña organización clandestina necesitaba muchas formas de solidaridad política y material. La LCR española la recibió de  la IV internacional y particularmente la LCR francesa»[1].

La LCR consideraba que la burguesía española no tenía convicciones democráticas, pero que ante el auge de las luchas de masas podría iniciar una reforma democrática de la dictadura para neutralizar las luchas sociales. En el periodo democrático, la LCR trataría de impulsar la organización de consejos obreros para lanzarse a la toma del poder del Estado[2].

Gonzalo W.


[1] ROMERO, Miguel. “El trotskismo de la Liga”. En BENSAID, Daniel. Trotskismos. Barcelona, El Viejo Topo,  2007, pp. 101 y 102.

[2] LAÍZ, Consuelo. La lucha final. Los partidos de la izquierda radical durante la transición española. Madrid, Libros de la Catarata, 1995, pp. 150 y ss.

 

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